Vaya por delante que soy un
defensor de la conciliación familiar. Considero que de nuestro “taburete de
tres patas” que conforma nuestra integridad como persona: familia, trabajo y
sociedad, la familia es la pata más importante. Tampoco soy un entendido de
estos temas, por lo que asumo las críticas que esta reflexión pueda deparar,
pero tengo la necesidad de expresarla.
Estamos viviendo el quinto año de
crisis y todavía vaticinan 2 años malos hasta alcanzar la senda del
crecimiento. Hoy en día, tener la segunda pata “trabajo”, es todo un reto y una
suerte. Aun con esas, las personas siguen descontentas en su entorno laboral.
Se habla de que hay que potenciar la conciliación familiar, y estoy de acuerdo
que hace mucha falta. A nosotros nos toca crear las bases a través de nuestro trabajo,
para poder superar esta dura crisis, y crear un modelo social, laboral y familiar
sostenible, que nuestras generaciones venideras puedan seguir desarrollando y
disfrutando.
Tenemos ese reto, privilegio y
compromiso. Por eso es importante que nuestros hijos entiendan los valores del
esfuerzo, el trabajo, la responsabilidad, la honradez y el sacrificio. Cuando
la gente habla de que está descontenta porque no puede conciliar vida familiar
y laboral, pienso en nuestros antepasados que tenían que levantarse una fría
mañana y ataviados con pieles y armas hechas de palos, huesos y piedras iban a
cazar mamuts para poder: alimentar a su familia con su carne, vestirse con sus
pieles, encender fuego con su grasa y fabricar armas con sus huesos. Imagino a
estos hombres, despidiéndose de sus hijos por la mañana y pensando, quizás hoy
no vuelva de mi “trabajo”, pero es la única forma de que podamos seguir
adelante. Y solo con la mirada dar una lección de valor, coraje y
responsabilidad.
Por tanto insto a que nos
convirtamos en cazadores de mamuts y consigamos con nuestro esfuerzo ser nosotros el
cambio que queremos ver en nuestro entorno, lo demás llegará solo, os lo
aseguro.
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